• Punas y Agua

Iniciativa de biorremediación en los ojos del mundo

Iniciativa que busca recuperar la calidad del agua del Río Negro en Huaraz es elegida como finalista entre cien postulaciones para concurso “Solution Search: Water Pollution & Behavior Change”.

Fructuosa Cruz observa el río contaminado por metales pesados cerca de la comunidad de Canrey Chico, Perú © S. Tegel

CANREY CHICO, Perú[1] — Cuando el río envenenado cambió al rojo por los metales pesados, la gente de las comunidades cercanas no creía, al inicio, que el cambio climático era uno de los culpables. Al igual que en muchas otras zonas de montaña, aquí en la Cordillera Blanca los glaciares retroceden dejando rocas ricas en metales expuestas al aire por vez primera en miles de años. El agua del deshielo lava las rocas expuestas y arrastra metales como plomo, arsénico, cadmio y hierro a los cursos de agua, cambiando ríos como el Río Negro al rojo óxido. Esta condición ha contaminado los suelos y el agua, generando un riesgo significativo para la salud. Con el tiempo, las personas, el ganado y los animales silvestres que consumían el agua empezaron a enfermarse y la productividad de los cultivos se derrumbó.

Conforme los titulares del cambio climático global se hacen más alarmantes, es fácil olvidar que el cambio climático es también un problema profundamente local. Estadísticas sorprendentes que anuncian que las cumbres nevadas desaparecerán de los Andes antes del final de este siglo, esconden el hecho que cientos de pequeños glaciares en esta cordillera ya se han perdido, amenazando la forma de vida de miles de familias.

El Inventario Nacional de Glaciares (2013) encontró que entre 1970 y 2003 las 19 cordilleras peruanas con glaciares perdieron, en promedio, cerca del 40% de su superficie total de hielo: algunas cordilleras glaciares muy grandes han perdido un tercio de su hielo perpetuo, pero los glaciares pequeños desaparecieron por completo.

Silenciosamente, el cambio climático ha empezado a dejar un rastro de daños en estas montañas y ello acarrea consecuencias para ciudades al pie de los Andes que, sabiéndolo o no, dependen de los ecosistemas de montaña para obtener el agua, sus alimentos, la agricultura y economía. En un lugar como el Perú, la adaptación al cambio climático comienza en las montañas. Y las comunidades de altura están en apuros para encontrar maneras de ajustarse a su nueva realidad.

El río Quillcay en 2011. Las piedras se tiñen debido al hierro y otros minerales que llegan al río por medio de la lluvia y rocas expuestas al retroceder los glaciares © D. Byers

En Canrey Chico, poblado remoto en el entorno del Río Negro y zona de amortiguamiento del Parque Nacional Huascarán, los esfuerzos de adaptación tomaron una forma curiosa e innovadora. Para restaurar el agua contaminada del río y el paisaje aledaño, los pobladores colaboraron con miembros del Instituto de Montaña y especialistas de la Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo. Juntos, construyeron un sistema purificador que colecta y trata el agua contaminada del río.

Este sistema, también conocido como biorremediación, es de bajo costo y utiliza técnicas simples para capturar metales en humedales artificiales. El sistema consta de tres pozas de sedimentación desde donde el agua fluye hacia un humedal artificial hecho con plantas y materiales locales: una capa de grava gruesa, seguida de arena y luego materia orgánica, totorillas nativas y bacterias reductoras de sulfato cultivadas y proporcionadas por la universidad local. Así, luego de su tratamiento, el nivel de los metales en el agua se reduce a rangos aprobados para uso agrícola. Por ejemplo, el primer sistema tiene capacidad para limpiar agua suficiente como para regar hasta 173 hectáreas.

Cabe destacar que las plantas nativas que tienen la capacidad de absorber los metales del agua fueron identificadas gracias al conocimiento tradicional local y que toda la solución se concibió con una intensa participación de la población, que organizó un grupo de investigadores locales (comité Allin Yaku). Los facilitadores del Instituto de Montaña fomentaron un proceso de reflexión-acción con este grupo y la comunidad en su conjunto. Como resultado, los investigadores locales se capacitaron en aspectos clave de la calidad del agua, recopilaron información, la discutieron con sus comunidades y se comprometieron con los científicos para diseñar la solución: un sistema de biorremediación de bajo costo que utiliza técnicas simples para tratar el agua.

La experiencia piloto en la comunidad Cordillera Blanca fue replicada con éxito en un segundo lugar, en Campanayoc-Shallap (Quebrada de Quillay) y tanto los sitios como los usuarios locales están operando y administrando sus sistemas.

Plantado de totorillas para poza sedimentadora © A. Zimmer

Recientemente esta iniciativa ha sido seleccionada como finalista en el concurso Solution Search: Water Pollution & Behavior Change. El concurso, que busca destacar formas innovadoras de reducir y prevenir la contaminación del agua, recibió 100 postulaciones de 33 países alrededor del mundo y la iniciativa resultó en el top 10.

Como parte del Center for Behavior & the Environment (BE.Center) de Rare, “Solution Search” muestra, destaca y acelera las soluciones existentes que utilizan la ciencia del comportamiento para ayudar a resolver los problemas ambientales más desafiantes del mundo. El concurso ha sido patrocinado por 11th Hour Racing, The Circulate Initiative, Banco Interamericano de Desarrollo, Lonely Whale, The Nature Conservancy y Ocean Conservancy.

[1] Esta nota se basa en una editorial publicado en The WorldPost (Enlace al artículo en inglés)